Los repartidores entran y salen de la estructura compuesta por enormes contenedores que forman un búngalo colorido, anclado en un barrio de moda de la Ciudad de México. Cargados con sus mochilas cuadradas térmicas -esas que se han vuelto tan ubicuas en las principales ciudades del mundo-, el enjambre representa el crecimiento que ha tenido la gig economy en Latinoamérica.
Por su parte, la “Heru Casa” que ocupan momentáneamente, ilustra las necesidades de un mercado en expansión: a medida que las filas de trabajadores de la economía colaborativa se engrosan, también su demanda por servicios comerciales, financieros y digitales.
“Pensamos que todo el workforce que existe en este momento se va a empezar a mover mucho más hacia la gig economy, independientemente de que sea on demand de empresas como Uber y Rappi, o en general”, pronostica Stiven Rodríguez, cofundador de Heru, en conversación con iupana.
La plataforma tecnológica mexicana ofrece servicios -provisto por socios- para trabajadores autónomos, especialmente conductores y repartidores de aplicaciones. Los productos varían desde seguros, asesorías tributarias, control de finanzas personales o planes de datos móviles. En paralelo, en el mundo offline, sus casas son usadas para descansar, comer, conectarse a wifi, o simplemente, esperar el próximo viaje.
“Será así: ‘la otra semana quiero un ingeniero que trabaje conmigo en esta app o quiero a una persona de marketing que me ayude por dos semanas a sacar esta campaña’”, ilustra Rodríguez, quien antes de emprender, trabajó desplegando la operación de Uber en ciudades como Bogotá, Cali y Ciudad de México. “Creemos que hacia allá nos vamos a mover, y por eso estos servicios se van a volver mucho más relevantes para la gente”.
Y no son los únicos que piensan así. Iniciativas similares están surgiendo en la región como respuesta a un mercado mundial que en 2019 se valoró en unos US$ 204 mil millones (con los servicios de transporte representando el 58% del valor); y que se espera que más que se duplique hasta el año 2023, a unos US$ 455 mil millones, según estimaciones de Mastercard.
Es la nueva frontera de una industria que parecía haber tocado techo tras el boom de las apps de servicios compartidos de ride-hailing o last-mile delivery, y que definía a la gig economy como la masa de personas que usa un aplicativo para trabajar.
No obstante, este concepto se ha empezado a expandir hacia el universo freelance, incluso hacia profesionales con altas calificaciones y las soluciones que se están generando para cubrir sus necesidades derivadas del autoempleo, como falta de cobertura médica o limitado acceso financiero.
Una puerta de entrada
En este sentido, Lana, otro startup que nació en México y está dando sus primeros pasos en Chile, ha apostado por una billetera con onboarding digital y tarjeta de débito Mastercard contactless, especialmente desarrollada para empleados independientes, desde profesionales, hasta del mercado informal.
“Lastimosamente el perfil del gig economy worker es uno que para las instituciones financieras tradicionales o convencionales es muy difícil de monetizar, por el volumen de sus ingresos, por la inestabilidad de esos ingresos”, explica Juan Camilo Pineda, cofundador de Lana y su gerente para México.
“Los llamamos sub-bancarizados porque uno de los requisitos principales para que una persona se registre y trabaje en una plataforma de gig economy es que tenga una cuenta de banco para que reciba sus pagos. Generalmente recurren a lo que hay en el mercado, pero usan este banco como un intermediario que no aporta mayor valor, solo para ir al cajero y retirar”, añade.
Durante la pandemia, empezaron a hacer pilotos de microcréditos con períodos de gracia de hasta tres meses, mientras ampliaron su marketplace donde también ofrecen soluciones de seguridad social, planes de retiro y servicios médicos.
La región logró avances financieros considerables en el 2020, en parte movida por el shock del COVID-19 que motivó a las personas a acercarse a los bancos y fintech en búsqueda de canales digitales para mover su dinero. Pero todavía la mitad de la población latinoamericana no cuenta con acceso a algún producto de banca, según datos del Banco Mundial.
Para los actores del sector, la economía colaborativa es una puerta para llegarle a esos trabajadores informales y de bajos ingresos que no usan, o tienen, herramientas financieras.
La aseguradora global AXA, por ejemplo, se alió en México con Cornershop y Uber, para asegurar los vehículos de sus socios conductores y repartidores que transportan bienes y personas. El país tiene retos para superar, especialmente en el segmento de seguros.
Eric Pulido Perrault, deputy director para Desarrollo de Negocios de la aseguradora, explica que solo el 30% de los vehículos en el país está asegurado.
La baja adopción se debe a varias causas: uso limitado de medios de pagos -como tarjetas de crédito o débito- para domiciliar cargos recurrentes de pólizas, un canal de venta insuficiente basado en corredores de seguros, productos complejos y la falta de confianza general hacia la industria.
Para Pulido esto se traduce en vulnerabilidad financiera. La aseguradora estima que cada año 1.2 millones de personas caen en pobreza por tener accidentes y no haber estado protegidos.
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“El hecho de que puedan dar un seguro mientras estén en viaje ayuda de diferentes maneras: a que los conductores se sientan protegidos mientras están en la plataforma, y también para que los usuarios sepan que no importa la decisión del socio conductor de tener o no un seguro, están protegidos”, agrega el directivo.
La póliza provista por las plataformas está activa durante la duración de los viajes a través de las apps. La compañía también ofrece productos complementarios para brindar cobertura cuando los conductores y repartidores no están en sus aplicaciones. También para contratar planes de teleconsultas médicas y rebajas en farmacias.
“Es una manera que vemos de trabajar con el mercado mexicano que tradicionalmente no tiene seguros”, explica Pulido, quien añade que seguirán apostando por estas alianzas para llegar a este mercado, que esperan siga creciendo en los próximos años.
“Logras una penetración mucho más acelerada si trabajas con socios que tienen acceso directo a las personas de la economía colaborativa”, dice, agregando que los transportistas pueden acceder a las pólizas a través de las plataformas digitales y en las oficinas de Uber y Cornershop.
Otras empresas coinciden en que las colaboraciones dentro del ecosistema seguirán multiplicándose.
De hecho, Lana inicialmente se pensó como una plataforma de pago para los conductores enrolados en Cabify. Sin embargo, su director relata que mientras más se adentraron en el proyecto, más les quedó claro que sus problemas eran transversales a la industria.
Finalmente, la empresa española se convirtió en un socio del emprendimiento y, junto con fondos de capital como Base 10 y Cathay Innovation, colocó el año pasado US$ 12,5 millones para apoyar su expansión.
“Muchas de las empresas están dirigiendo su camino hacia este boom de servicios financieros. … El mercado está dinámico y está on fire”, sentencia Pineda.
Lo que viene
Las empresas de entregas, tanto de alimentos como de bienes, tuvieron un repunte considerable durante la pandemia. Ahora, la tendencia se dirige hacia la unificación del sistema, con las compañías que transportan personas también entregando paquetes y comida, y viceversa.
Otras verticales también empezarán a ganar mayor terreno dentro del mundo de las apps, como el aseo y las reparaciones domésticas, los servicios estéticos y la atención para mascotas.
Mientras, en la acera de las compañías, la dispersión de pagos para los trabajadores sigue generando fricción, y una oportunidad para que se desarrollen nuevas soluciones que reduzcan costos y dolores.
La mayoría de los representantes de las plataformas gig están interesados en conseguir soluciones de proveedores que agilicen sus procesos de pagos instantáneos y aporten opciones para hacer transferencias internacionales, según el estudio de Mastercard y Kaiser Associates de 2019, porque consideran que así podrían aumentar la satisfacción de los profesionales independientes, reducir costos operativos, y atraer empleados con capacidades específicas, sin importar su mercado de origen.
Para Raúl De Roa, un experto en gig economy y gerente en una empresa de innovación disruptiva global, explica que, de a poco, las grandes empresas de tecnología han empezado a captar personal a través de las muchas plataformas digitales de freelance existentes.
“Acá el gran salto va a ocurrir (…) cuando empresas como Microsoft, Apple, Google, empiecen a tener una política realmente definida de gig economy y crowdsourcing, y empiecen a ingresar a plataformas de este tipo de manera organizada”, anticipa desde Madrid.
“Hasta este momento quienes están accediendo a la gig economy de manera organizada son particulares, pequeñas empresas, o las propias empresas como Deliveroo o Glovo; pero el resto no accede mucho por los riesgos en responsabilidad social, seguridad, ética, legal. Tienen que estructurarlo y planificarlo, una vez que lo tengan hecho, se va a disparar y mucho”.
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Especialmente en Estados Unidos y Europa los gobiernos han empezado a mirar con lupa a los aplicativos, estableciendo reglas mínimas para sus participantes. Las empresas también temen los riesgos reputacionales y de costos que pueden derivar de emplear a temporales sin establecer normas claras.
No obstante, mientras continúan las conversaciones, empiezan a surgir las contrataciones.
El experto refiere que hace un par de años trabajó en la creación de una solución de “meta crowdsourcing” para una empresa tecnológica de relevancia, que prefirió no nombrar. En base de los requisitos del proyecto, el volumen del trabajo y el numero de personas a requerir, se activaba un motor de búsqueda automatizado con APIs, que agrupaba a más de 200 plataformas de freelance.
La búsqueda podía servir para cubrir posiciones tan variadas como el diseño de un logotipo o un proyecto de robótica e Inteligencia Artificial, o tan específicas como el enrolamiento temporal de “1.000 software-testers, mayores de 65 años, franceses y que tuvieran un iPad”.
“Los datos que manejamos de hace poco es que en Latinoamérica, específicamente México y Argentina, y agregamos España, el número de expertos en IT en la gig economy ha crecido entre un 60 y un 70%. Está creciendo de una manera brutal, y con el coronavirus, muchísimo más”, sentencia.
El déficit de profesionales es evidente en áreas como diseño o ciberseguridad, concuerdan los entrevistados. Y los portales de autoempleo como Upwork o Fiverr, están ayudando a satisfacer estas carencias.
“Esto (el mercado) se tiene que democratizar, ahora mismo está en pañales, está bastante joven, pero está creciendo de manera muy elevada”, predice De Roa.
“Necesitamos tirar muchísimo de la gig economy, para hacer proyectos de robótica, de IA, de espacios inmersivos. Y no lo vemos como cubrir un hueco, un gig, lo vemos como extended workforce: una manera de extender tu fuerza laboral, sin extender el número de empleados”, concluye.
Este artículo forma parte de una serie sobre las finanzas digitales, realizada en conjunto con Mastercard. Explora la serie completa aquí.