A pesar de representar una demanda creciente, la población migrante en Latinoamérica carece de acceso a productos financieros, dejando un vacío de atención de cara a millones de potenciales usuarios.
Una combinación de sesgos, como una percepción de riego alta, complejidad regulatoria y falta de historial financiero, aleja a los bancos y fintechs de esta población, incluso cuando organismos internacionales advierten de la necesidad de bancarizar a los desplazados, con el fin de reducir el impacto económico que generan en su país de acogida y procurar el mejor manejo de sus recursos. También como una oportunidad de negocio para captar clientes prometedores en el nicho.
Por ejemplo, la Corporación Financiera Internacional (IFC, por sus siglas en inglés) del Banco Mundial, está intentando colocar inversiones de capital en bancos y fintechs que tengan en su foco el otorgamiento de servicios financieros para migrantes, especialmente para venezolanos, quienes acumulan el mayor número de emigraciones de la región. Sin embargo, la institución dice que se ha encontrado con múltiples barreras a la hora de lograr asociaciones.
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